Millones de luces aparecen al atardecer, poquito a poco, mientras el sol se va apagando y se oculta tras las montañas. Entonces todo se vuelve rosa y destacan las montañas azules al fondo del horizonte (siempre dije que las montañas son azules); en este caso se trata de la imagen de los altos del Jarralón desde la privilegiada atalaya de mi terraza. Como está orientada al oeste, cada día puedo observar el lugar por donde se acuesta el sol; al cabo del tiempo acabas controlando sus ciclos, directamente relacionados con el ritmo de las estaciones, y puedes adivinar el lugar exacto por donde se esconde, más hacia el norte en verano, un poquito más al sur en invierno, como si buscando el calor se fuera de vacaciones…
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