De nuevo a la Pedriza. A pesar de repetir itinerario, cada día es único y diferente a todos los demás: la luz, la compañía, las nubes blancas y el airecillo que corre sutil por lo más alto de las cumbres, las vistas profundas y lejanas, los tonos verdes y rosados de las piedras. Lo que más me llama la atención son los árboles bonsái, pintados como estampas, creciendo solitarios en territorios inverosímiles.
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