martes, 10 de diciembre de 2013

domingo, 8 de diciembre de 2013

Amanece en Genoveses



Amanece en Genoveses. Me entretengo jugando con las nubes entre los troncos de los eucaliptos secos, la única vegetación de la zona junto con los pitacos y algún palmito instalado en las vaguadas por donde corre el agua de manera ocasional. Cabelleras despeinadas por nubes voladoras que nos pasan por encima a toda velocidad. Apenas nos damos cuenta pero basta apresar un instante para reflexionar sobre la naturaleza del paso del tiempo. Nubes de algodón teñidas por el rosa de la mañana. Dos cormoranes se deslizan silenciosos contra el cielo del amanecer mientras una bandada de pajarillos revolotean junto al borde del agua, único elemento que turba la impresionante calma de la mañana. Un cuerpo rechoncho con un pico y unas patitas tan estilizadas que parecen imposibles de sostener el peso del ave. Sin embargo todos sabemos que las aves vuelan porque tienen los huesos huecos y el plumón que recubre su cuerpo se pone en marcha con apenas un soplido del viento. El sol aparece puntual por una esquina de la playa, comienza a elevarse sobre el horizonte y desaparece la magia de esa primera hora, la mejor sin duda de toda la jornada. El reflejo que ilumina la superficie del mar colorea los troncos secos de los eucaliptos; un tono naranja compacto completamente distinto del rosa sutil que presentan las nubes. Una vez que aparecen los azules en el cielo, comienza la mañana y llega el momento de emigrar. Un cortado por entrar en calor después del madrugón. Nos acercamos a Níjar por comprar un enano para el jardín. Se me ocurre así de repente sin pensar mucho, una de esas ideas que sobrevuelan un tiempo en la mente hasta que una conjunción de casualidades hace que se materialice como por arte de magia. Nigerianos en bici transitan entre los plásticos de los invernaderos, un territorio mestizo e intercultural. "Se echa plástico". "Blanqueos", anuncian por doquier. Visitamos la galería de arte y la tienda de antigüedades africanas. En una de las tiendas de alfarería encontramos un enano muy discreto que recoge setas intentando pasar desapercibido medio oculto bajo las hojas secas de una higuera gracias al tono entre gris y amarillento de su superficie; un enano barbudo y viajero de piedra artificial aunque yo nunca he sabido de la existencia de dos tipos de piedra. Su aspecto se sitúa entre la imagen de un druida y la de uno de los apóstoles. Un hombre mayor me explica que lo que más se vende ahora son los enanos y los Budas, de los que dispone una amplia variedad encerrados en un cercado de alambre junto a un huerto de naranjos, olivos e higueras. En vez de gallinas, tinajas, budas y enanos de jardín, que los zorros aquí son muy astutos. Yo pienso que pondremos a nuestro enano entre la higuera y el escaramujo para que el paso del tiempo lo acabe cubriendo con la pátina de la sabiduría y el verdín de la reflexión. No es bueno cambiar los hábitos de la gente y los enanos, aunque sean de piedra artificial, también tienen su corazoncito y sus sentimientos. Si se encontraba cómodo bajo una higuera, mantendremos su sabia decisión aunque en Vailima pasará bastante más frío de lo que soporta actualmente. De momento habrá que buscarle un nombre acorde con su naturaleza. Un bonito botijo artesano con colores locales y un par de tinajas de barro completan el lote de cerámica que trasladamos a Vailima; al fin y al cabo un rincón del paraíso en nuestra propia casa.

martes, 3 de diciembre de 2013

Japan y Hokkaido



"From a different point of view, the land of Hokkaido as Michael responds to it, with a perspective foreign to us Japanese, appears entirely new. In this sense, the landscapes he has captured suggest the vistas that the aboriginal Ainu people might have seen around them when Hokkaido was their heaven and earth, in the distant past before mainland Japanese settled there to colonize the island. The photographs seem to fix nature itself, pure, an unsullied world. In short, through Michael Kenna, a single photographer from another country, Hokkaido has acquired a completely new complement of natural features", from "Landscape of the soul", Introduction Michael Kenna's "Hokkaido" by Daido Moriyama.

Por fin en mis manos los dos libros de Michael Kenna sobre Japón, editados por Nazraeli Press con el título de “Japan” (2003) y “Hokkaido” (2006) e introducidos brillantemente por los fotógrafos japoneses Kohtaro Iizawa en el primer caso y Daido Moriyama en el segundo; 96 y 84 cuidadosas imágenes en un preciosista blanco y negro que refleja el espectacular paisaje y la especial idiosincrasia que forma parte de la vida del pueblo japonés: la visión más clásica junto a la poesía del haiku y el rastro del pueblo ainu originario de la isla de Hokkaido. Una espectacular edición que nos muestra la naturaleza en estado puro. Los ainus eran los verdaderos pobladores y dueños de las tierras del norte hasta la colonización japonesa a mediados del siglo XIX, un pueblo cazador de tribus esquimales en íntima conexión con la naturaleza. Es increíble cómo un fotógrafo occidental es capaz de expresar sin palabras el sentimiento del pueblo japonés tal y como lo imaginamos en occidente aunque es probable que nada tenga que ver con la particular visión autóctona ya que sus imágenes se aproximan mucho más a la idea que nosotros tenemos de Japón que al propio punto de vista que interpretan ellos mismos. Quizá la clave del éxito resida en este caso en que uno encuentra justo lo que andaba buscando de manera que acabamos idealizando nuestros sueños mediante una retroalimentación positiva. Vemos Japón como imaginamos Japón. Imposible localizar cualquiera de los dos ejemplares de Kenna tras la intensa búsqueda realizada a lo largo de los días de vacaciones  recorriendo las grandes librerías Kinokuniya, Coach and Four, Maruzen y Tsutaya en Sapporo y Tokio. Sí encuentro "In France" y las "imágenes del séptimo día" pero comprar en Tokio un libro francés de Michael Kenna no me llama mucho la atención. Intentaba traerme estos dos libros como recuerdo del viaje, algo que me hacía especial ilusión, pero en todos los sitios me indicaban con cierto sentimiento que estaban descatalogados desde hace tiempo ("sorry, out of order"). Los japoneses tienen grandes dificultades ante la imposibilidad de no poder satisfacer a un cliente; decir no es algo que realmente les supera pues tienen especial interés en cumplir las expectativas del potencial comprador de manera que percibes que sinceramente les hubiera gustado tener un ejemplar aunque solo hubiera sido para poder agradarte. Su amabilidad y atención es exagerada. Algo impensable en nuestro medio y que de alguna manera nos tendría que hacer recapacitar y replantear muchas cosas. La filosofía de "el cliente siempre tiene razón" llevada a su lado más extremo. De nuevo en casa tras finalizar las vacaciones, prosigo mi búsqueda a través de Internet hasta tropezar con algunos ejemplares localizados en USA (Nazraeli Press, la editora de estos libros es de origen norteamericano) pero entre los gastos de envío, los portes y las tasas aduaneras, el precio sube más de lo razonable y prefiero seguir indagando. Ya me ha pasado en algún caso tener que pagar más por los impuestos, tasas y gastos de envío que por el precio real de un libro. Además, en alguno de los ejemplares localizados constato que no se trata de la edición original sino de una reimpresión posterior y, ya puestos a desembolsar un buen dinero, prefiero acceder a las fuentes y adquirir directamente la primera edición. Después de mucho rebuscar, al fin doy con dos ejemplares en Europa -que son los que ahora mismo tengo entre mis manos- en una librería de Tubinga desde donde los envían a mi domicilio. Imposible sin el concurso de los libreros de viejo que circulan por Internet. Busco en Google Maps para fijar la posición exacta de Tubinga, al sur de Alemania y muy cerca de la Selva Negra. Los gastos de envío son razonables teniendo en cuenta el precio de los libros. Encuentro otro ejemplar de "Japan", también en Alemania, para la amiga que el verano pasado me presentó virtualmente a este fotógrafo. El librero me informa por mail del momento de partida del pedido y desde entonces transcurren un par de semanas de angustiosa espera revisando el buzón en busca del “aviso de llegada” del servicio de Correos. Los libros se toman su tiempo pero al fin aparecen sin ningún contratiempo. El librero alemán se ahorra mi primer apellido, sustituido por la inicial, dejando solo el segundo; los dos apellidos siguen siendo algo exótico fuera de nuestras fronteras lo cual me obliga a deshacerme en explicaciones formales ante el funcionario de la oficina de correos. Menos mal que la dirección coincide con la que aparece en mi documento de identidad y consigo convencerle para retirar el envío. Probablemente esta sea la causa de retraso pues ya hace dos semanas que María Antonia tiene en casa su ejemplar tras un rápido viaje de tres días. Los libros se encuentran en perfecto estado a pesar de los años, realmente impecables. Las impactantes imágenes minimalistas de los paisajes en blanco y negro de Michael Kenna (1953, Widnes, Lancashire) transmiten calma, tranquilidad, distancia, silencio, misterio, magia, tiempo, luz, belleza... Abrir el libro y pasar sus hojas es como trasladarte a un lugar intemporal donde todo está bien y donde todo es perfecto. La introducción de Moriyama para "Hokkaido" explica de alguna manera todas esas sensaciones... Buceando en la web es fácil encontrar algún reportaje con las palabras e imágenes del propio fotógrafo relatando sus inquietudes y su método de trabajo. Kenna reside actualmente en Seattle, en la costa oeste de Estados Unidos, desde donde viaja por todo el mundo. He visto calificar sus imágenes como haikus visuales, la mejor expresión sobre la sensación que transmiten a quienes las contemplan. Iluminación efímera y largas exposiciones con una cámara de formato medio intentando capturar el paso del tiempo. Poesía visual para tiempos de crisis.

domingo, 1 de diciembre de 2013

La casa azul



Me despierto temprano y reavivo el fuego con los rescoldos que han resistido a lo largo de toda la noche. La encina aguanta mucho tiempo y proporciona un gran poder calorífico. La casa es pequeña y confortable y enseguida se caldea. Preparo un café y escucho silbar el viento. Amanece. En cuanto asoma la luz por detrás del Negredo, descubro una mañana soleada. Con el sol, la casa se templa enseguida pues está orientada al mediodía. Limpio la chimenea, quito la ceniza sobrante y preparo unos buenos troncos para pasar la mañana a gusto. Algunas ramitas menudas consiguen hacer brotar la llama que lame los troncos más gruesos. Enseguida se nota la subida de temperatura. Imposible salir al jardín hasta que no caliente bien el sol así que me preparo para pasar la mañana frente al fuego. El jardín es mi santuario. Miro por la ventana cómo se mueven los árboles del vecino; el balanceo del ciprés indica lo desapacible del día. En casa, el aroma de la madera y los membrillos recién cortados perfuma el ambiente y estimula los sentidos. Me gusta el olor del fuego. Las encinas crecen en el jardín. Yo soy el protagonista de mi vida y controlo sus circunstancias. El invierno es muy largo, la naturaleza duerme, en Vailima no queda una sola hoja; lo siento por el olivo y la higuera que pasarán aquí su primer invierno. Los membrilleros me preocupan menos pues son más rústicos y resistentes, las parras perdieron las hojas y las encinas, después de los calores estivales, resisten sin problema cualquier adversidad. Los caracoles se esconden bajo las hojas secas. El secreto para vivir una vida plena y feliz reside en luchar por lo que nos apasiona: pasear por el campo, recoger setas o cultivar la huerta, leer, montar en bici, repasar los periódicos atrasados. Pequeñas cosas que nos hacen sentir bien. Quizá me falte ambición para descubrir y aplicar esta teoría de la felicidad. Uno se va haciendo perezoso. Reviso los periódicos y tomo nota de los párrafos que me llaman la atención: encontrar lo que buscas, alcanzar el éxito, sobrevivir en una ciudad llena de dificultades, crear tu propia empresa, poner en práctica los sueños, valorar las cosas realmente importantes... Fundamental el mantener un punto de locura para luchar por las cosas que nos apasionan. La lección que a estas alturas nos pretenden enseñar consiste en disfrutar de toda esa locura, de la montaña y del bosque, de escuchar el silencio y de cuidar un jardín, de contemplar cómo se mueven las piedras y cómo susurran los árboles, el descubrir los aullidos del viento entre la nieve, los árboles y las montañas. La montaña como espejo de soledad que me permite disfrutar del silencio y encontrarme conmigo mismo. Los troncos crepitan en la chimenea, sube la temperatura y se dispara el ventilador. Preparo la comida. Salgo a dar un paseo por estirar las piernas; a pesar de los rayos del sol, el aire invernal corta la respiración. Me gusta la casa azul en medio del campo, justo a la derecha del camino de la estación nada más salir del pueblo. Como una cara sin ojos, echo en falta un par de ventanas que alegren su fachada principal; probablemente no hayan hecho falta pues se trata de una caseta de aperos que cumple dignamente su función. Los almendros fugitivos crecen en las cunetas mientras el campo espera su mejor momento. Entusiasmo e ilusión son las claves. Realmente necesitamos bien poco para ser felices.