“Parecía humo sin embargo…” se trataba de una graellsia isabelae, mariposa endémica de los pinares del Guadarrama (“la sierra gris y blanca, la sierra de mis tardes madrileñas que yo veía en el azul pintada” que tan bien describía Machado en uno de sus poemas), dedicada por el doctor don Mariano de la Paz Graells, en el año 1849, al augusto nombre de S. M. la Reina Doña Isabel II. Este magnífico ejemplar de la familia saturnidae (captado en el escaparte de una tienda de Cercedilla) es fácil de identificar gracias a su variado colorido, a sus amplias alas anteriores y a los apéndices caudales de las posteriores, más acentuados en el caso de los machos, además del característico ocelo discocelular en cada una de sus cuatro alas. Nunca he visto una graellsia de verdad (como tampoco había visto hasta hace bien poco un “diente de perro”). Por cierto, Joaquín Sorolla es uno de los ilustres personajes que reposan en el cementerio de esta bonita localidad serrana.
En otro orden de cosas, investigadores norteamericanos descubren que la drosofila, la famosa mosca de la fruta, puede ayudar en el tratamiento de los enfermos de Parkinson, al detectar genes clave de la memoria que pueden ser aislados y sometidos a diferentes pruebas mediante la manipulación de niveles de ciertos compuestos asociados con los circuitos cerebrales. Los resultados del estudio pueden resultar beneficiosos tanto para pacientes con enfermedad de Parkinson como en futuras investigaciones para el tratamiento de la depresión.
Nos vuelven a cambiar la hora, alterando biorritmos de humanos y animales; por lo visto los niños y las vacas son algunos de los seres más sensibles en este sentido. Es imposible alterar el ritmo de la naturaleza, consiguiendo únicamente confundir a los pobres humanos trabajadores.
- I have to go. I have a meeting.
- Bye, Mike. It was nice to have met you.
- It was nice meeting you, too. Take it easy.
- I hope we see each other again soon.
- Me, too. Bye!
De nuevo la música: “en cada canción que escribo corazón eres tú el acento”.
977 - Los caracoles de Fibonacci
Hace 10 meses
2 comentarios:
Me gusta el cambio horario porque me gusta la luz y el día, como a Sorolla, fascinado por la intensa claridad mediterránea
A mi también me gusta pero me altera los biorritmos y me cuesta algunos días adaptarme al cambio. Claro que si estuviera de vacaciones...
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