miércoles, 26 de marzo de 2008

Peña Almonga

¡No viaje al norte sin cadenas! La peña Almonga cubierta de nieve, vecina de la peña Redonda en la incierta frontera entre el llano y la montaña. Iglesias y montañas, una compleja y sutil combinación en un marco incomparable, rodeado de silencio y soledad. Quizá por eso me atraigan desde hace tanto tiempo las montañas. Esta vez no encontramos al gigante del valle Estrecho; habrá que volver a intentarlo, subiendo tranquilamente a la peña Redonda por los valles de su cara norte, disfrutando de sus bosques de hayas y robles, donde se esconde el lobo y el ciervo. Algunas músicas nos hacen pensar en Dios (eso dicen en el periódico del domingo pasado, sobre el milagro de la música de Bach); Castilla, la cuna de la soledad pero también la cuna de la cultura (a propósito de San Hipólito de Támara, una iglesia catedralicia en plena Tierra de Campos).
Dos frases de John Berger:
Deliciosos los vientos primaverales para los marineros que desean zarpar”;
¡Que nunca acaben estos días, que sean largos como siglos!
Una invitación al viaje, a partir lejos de aquí, a disfrutar con lo que tenemos… He disfrutado mucho tanto con Berger como con Fernández Mallo (y su “Proyecto Nocilla”), a pesar de tratarse de dos estilos completamente distintos.

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