Apareció así de repente, en una esquina, desconfiado y sigiloso. Una oportunidad. Menos mal que en ese momento yo llevaba mi cámara preparada y pude cogerle a tiempo, no siempre es fácil atrapar una imagen tan nítida de un animal salvaje (y casi imposible si te propones conseguirla en un determinado momento). Hay que esperar que surja la oportunidad. Enseguida erizó todos los pelos de su cuerpo, poniéndose en guardia para afrontar cualquier inconveniencia o peligro que pudiera surgir, y escapó por un callejón, entre restos de basura y botellas vacías.
Yo nunca he tenido gato pero sé que, de natural, suelen ser bien desconfiados. Lo difícil es ponerles un nombre pues no vamos a llamarle “gato”, sin más. En el cole había un compañero al que llamábamos “el gato” (siempre con el artículo delante); era uno de los chavales más gamberros y menos aplicados de toda la clase pero, por lo visto, tenía una especial habilidad trepadora, como muy bien indica su apodo. Seguramente han pasado más de treinta años desde entonces, pero esos recuerdos son los que persisten en lo más profundo de la memoria.
977 - Los caracoles de Fibonacci
Hace 10 meses
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