Esta tarde estuve en un entierro. Una muerte brusca e inesperada, a pesar de tratarse de una persona mayor. Es verdad que la muerte se entiende mejor en estos casos que cuando ocurre en alguien más joven, con toda la vida por delante (-ley de vida-, comentan los más viejos); sin embargo nunca acabamos de acostumbrarnos a ella, a pesar de todo lo que ya llevamos sufrido. Algunos versos (Machado, Hernández), acompañados por la música solemne de la guitarra; “Volverás a mi huerto y a mi higuera:/por los altos andamios de las flores/pajareará tu alma colmenera/de angelicales ceras y labores./Volverás al arrullo de las rejas/de los enamorados labradores”.
Un hombre de campo, sin duda, con fuertes convicciones morales. Lo peor de todo, cuando se cierra la cortina y tras ella desaparecen recuerdos e historias de toda una vida; esperanzas, sufrimientos y alegrías. La cruz de la foto se encuentra en la cima del Espigüete, donde subimos el pasado verano.
977 - Los caracoles de Fibonacci
Hace 10 meses
2 comentarios:
La muerte es una vida vivida.
La vida es una muerte que viene.
Jorge Luis Borges
Bien cierto Espigüete, bien cierto! Saludos
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