Una ventana a la luz y a la naturaleza, un ventanal azul lleno de vida y de esperanza, en el seno de un paraíso escondido. Un inesperado rincón de nuestra geografía (el ventanal de “la mimosa”, la más bonita de todas las habitaciones del cortijo) donde crecen los pitacos y las chumberas. A veces desconocemos que una gran parte de esa geografía, más bien sentimental, se esconde en lo más profundo de nuestro corazón. Una ventana que fácilmente puede transformarse en un cuadro en movimiento. Huele a mar y la cal recubre las paredes de la terraza, adornada por el verde de algunos cactus… Se trata de primitivas formas de vida que resisten a las más extremas condiciones pues nos encontramos muy cerca del desierto de los gatos. El mar, el desierto, el sol…
977 - Los caracoles de Fibonacci
Hace 10 meses
1 comentario:
Pinté hace muchos años un cuadro que era la visión de una ventana a la calle, desde un restaurante romántico y clásico. Me ha recordado esta foto la impresión de mirar la vida, lo otro, lo natural desde dentro... y el efecto artístico que produce
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