De vez en cuando añoro los azules del mar, sobre todo en este tiempo frío cuando, por fin, la nieve cubre nuestras montañas. Yo lo achaco a mis genes mediterráneos pues, sin duda, algo debo tener de marinero y de pescador. Busco algunas fotos y me reencuentro con el sol, el mar, las chumberas, el desierto… En este caso destaca la silueta del pitaco, que no es más que el fruto del agave, una especie de gigantesco espárrago que crece, se ramifica y muere, recorriendo de manera significativa todos los ciclos de la vida. El cielo limpio permite contemplar las nubes de algodón hasta la caída de la noche; las estrellas entonces invaden el reino de las sombras.
977 - Los caracoles de Fibonacci
Hace 10 meses
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