Más que en el bar, en el café. Algunas mesas antiguas, de madera oscura, una luz difuminada que atraviesa las cristaleras de colores y algunos parroquianos consumiendo sin prisa (café, cerveza…). Indudablemente una bonita vista a la plaza y un ambiente tranquilo y relajado. Las altas cúpulas conforman un espacio inmenso, únicamente turbado por la horrorosa máquina de tabaco que estropea la vista desde cualquier ángulo que se la mire. La calle al otro lado de los cristales, como si de una gigantesca membrana plasmática se tratase, aislando el exterior frío e inhóspito, del interior cálido y acogedor. Ayuda mucho la luz ambiente contra las marrones columnas de la entrada…
“Bajo el naranjo lava pañales de algodón.
Tiene verdes los ojos y violeta la voz.
¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor!”
977 - Los caracoles de Fibonacci
Hace 10 meses
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