martes, 5 de febrero de 2008

Mi maestro

Este era mi maestro; como se puede apreciar, un hombre famoso y con reconocimiento público tras su fallecimiento (es una pena pero siempre pasa lo mismo y los homenajes llegan cuando ya no se pueden disfrutar). Ahora Don Agapito dispone de una estatua con pedestal y de un nicho en el cementerio desde donde contempla con tranquilidad el paso del tiempo. También hay que decir que el cementerio de Segovia se sitúa en una colina elevada, azotado por la luz y los vientos, dominando la ciudad. La estatua es muy curiosa, a la vez que real e impactante (un molde hueco dividido en dos partes completamente separadas); se encuentra en la plazuela del Socorro, junto al arco de San Andrés, muy cerca de la muralla y de las huertas del río.
Bien pocos maestros he tenido (en el sentido estricto de la palabra), incluso podrían contarse con los dedos de la mano; éste me enseño a tocar la guitarra ¡pero no solo eso! Yo llamo “maestros” a esas personas que dejan una huella indeleble en la memoria y que jamás olvidaremos, sin que obligatoriamente tengan que vincularse al aspecto más docente y formal de la enseñanza. Me refiero sobre todo a los “ejemplos morales”, las personas clave en la vida de cada uno, capaces de abrirte los ojos y de orientarte en los momentos complicados, como haría un buen padre o un fiel amigo. Difíciles tiempos para los amigos de verdad; a veces pienso que es necesaria una prudente distancia (Mercedes Soriano).

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