La Almenara, el bonito pico que vemos cada tarde al fondo del horizonte, justo donde se oculta el sol al atardecer. Terreno inhóspito y despoblado, un par de horas de silencioso camino con una corta trepada antes de alcanzar la cumbre con sus dos vértices geodésicos, únicamente acompañados el canto de los pajarillos y el planear de los buitres. Algunos pinos aislados y un par de enormes robles creciendo entre las rocas… Una montaña bien fácil de reconocer desde la distancia, merced a sus dos características cumbrecitas que semejan la joroba de un camello. Desde Robledo, en cambio, se aprecia una pirámide casi perfecta de considerable desnivel, pero todo es relativo y al final nos damos cuenta de que las apariencias engañan. Madrid destaca en la llanura, con una perspectiva bien diferente a la que estamos acostumbrados.
977 - Los caracoles de Fibonacci
Hace 10 meses
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