Mientras el pequeño se estira y vaguea sobre la hierba verde y fresca, la madre me mira torcido, como los miuras, vigilando cada uno de los movimientos que realizo en estos momentos. Se percibe la clara intención de que nada turbe el descanso de su retoño, mostrando su evidente disposición a defenderle con uñas y dientes. La cría, por su parte, ni se inmuta, tiene a la madre al lado y se siente protegida. Al fondo el cielo amenaza tormenta. Es la hora de la siesta.
3 comentarios:
Muy guapa!!!... Que buena la hora de la siesta... menos mal que tienes un buen zoom que sino la madre te hinca el diente, je, je, je...
Saludos Esgalleros!!!
La foto es preciosa. Transmite paz y tranquilidad.
Muchas gracias por vuestros comentarios, pasaba por allí y se me pusieron a tiro. Cordiales saludos,
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