Intimidad. Dos sillones, una mesa baja, una lamparita… y poco más. Detrás no hay ningún espejo; aunque no se pueda apreciar es una verdadera ventana a la realidad. Evidentemente, para completar esa intimidad, nos falta el componente humano pues sin él la imagen no sería más que vacío y soledad. Pero cada uno podremos imaginárnosla de una manera diferente y así es mucho más bonito porque la imaginación no tiene ni límites ni fronteras. Por cierto, este coqueto rincón también pertenece al periplo portugués…
977 - Los caracoles de Fibonacci
Hace 10 meses
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