Eso es de lo que yo me acordaba, del matacán del majuelo (curiosas asociaciones de nombres que al final están íntimamente relacionadas), “una liebre que se resabia y a fuerza de carreras y de años enmagrece, se la desarrollan las patas traseras, se la aquilla el pecho y corta el viento como un dalle”, según refiere Delibes en uno de sus relatos con los que me entretenía el pasado verano en Quintana (a pesar del mes de agosto, lucía una luna preciosa pero hacía frío para salir a ver las estrellas). Pereira, bonito y apropiado nombre para un galgo. El otro día, al bajar de Cueva Valiente me preguntaban por la ubicación de “El Refugio”, un albergue de perros abandonados.
977 - Los caracoles de Fibonacci
Hace 10 meses
No hay comentarios:
Publicar un comentario