A un lado la Torre Picasso, por el otro la Almenara y las montañas azules, vistas espectaculares desde cualquier ventana, un enclave privilegiado (como un palomar o el nido de un ave rapaz) con el delicioso sol de la mañana y los ardientes atardeceres del oeste, cuando un sol intensamente rojo se oculta detrás de la silueta de las montañas. Alguna vez incluso llegan a verse las estrellas pero la contaminación lumínica no colabora en absoluto y el cielo nunca es negro. El murciélago del año pasado no ha vuelto a aparecer. En cualquier caso, una isla en medio de la ciudad.
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