Un sol intensamente amarillo ocultándose por detrás de las montañas, las antenas en primer término, el Portacho, el cielo rojo del atardecer desde la pequeña terraza donde crecen algunos arbolitos como pequeños bonsáis. El borde del sol ya contacta con la montaña (parece que fuera a rodar cuesta abajo hacia la izquierda de la imagen) y en cuestión de minutos se apaga y desaparece, uno de los misterios más hermosos de cada día. Es como si se pulsara un interruptor general y entonces la luz se difuminase progresivamente. Mientra tanto, la luna aparece tímidamente dando relevo al astro rey.
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