jueves, 1 de junio de 2017

Paseando por Villa Odoth


Cae la tarde, el sol va perdiendo fuerza tras un día luminoso y brillante. Avanza inexorable la primavera. El campo se encuentra en su mejor momento, toda la fuerza y la intensidad de la naturaleza se manifiesta en este preciso instante. Vegas y páramos. La magia de la floración de la encina, un árbol tan sobrio como discreto, constituye la verdadera esencia de esta tierra recia y sufrida. Indefectiblemente me viene a la memoria el magnífico librito de Muñoz Rojas titulado "Cosas del campo". Me acerco a las ruinas del Sanatorio, al otro lado de la carretera general (La Colonia que dicen los más jóvenes, el Sanatorio que señalan los veteranos). El antiguo Sanatorio Antituberculoso constituye un conjunto de edificios arruinados, situado en la ladera del monte de encinas que nos protege de los aires del norte. Muchos militares reposan en el pequeño cementerio de Villa Odoth; claro, el sanatorio fue construido por presos de guerra y la tuberculosis en aquellos años tenía una mortalidad muy elevada (aún no se habían descubierto los antibióticos y los tratamientos eran bastante poco efectivos). Un sueño la penicilina, ni idea de la isoniacida ni la rifampicina, caballos de batalla en esta desigual lucha del hombre contra la enfermedad.

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