martes, 6 de junio de 2017

De Milagros a Villa Odoth


Retomo el Diario del Absurdo tras un año de abandono por diversas circunstancias. Volvemos a Villa Odoth por pasar el fin de semana desconectados del mundo. Cuando las tripas comienzan a protestar, paramos en Milagros y comemos unos huevos fritos con morcilla, el plato estrella de la casa con permiso de las chuletillas y el cordero asado (“El lagar de Milagros” es un sitio precioso donde merece la pena detenerse un rato, sentarse y contemplar despacio todos los trastos antiguos que decoran el local mientras esperas la comida). Coincidimos con un motorista que aparca a nuestro lado y se sienta en la mesa contigua. La Harley que lleva es una preciosidad. Una vez acomodado, pide una Mica, una cerveza artesanal tostada que hacen en la zona. El motorista lleva una camiseta negra de la Bripac, se conoce que debe ser paracaidista. Con la parada el viaje se hace mucho más corto y bastante más divertido. Nada más salir del restaurante se pone a llover de manera desaforada (yo pienso en el motorista, que tendrá que quedarse un rato hasta que escampe). Hay mucha agua en la carretera, las cunetas se llenan de lodo y el verde de las hojas de las viñas destacan contra el gris plomizo del cielo. Subimos por la Ribera del Duero (Anta, Ventosilla, Pagos del Rey), Villafruela y Royuela de Río Franco, hasta alcanzar el molino de Escuderos a través de una carretera solitaria y preciosa donde descubrimos el bosque de Retortillo y sus viejas encinas retorcidas. No tenemos ninguna prisa así que llegamos a casa a media tarde. Sol y nubes, está todo muy mojado, se conoce que por aquí también ha llovido con ganas. La casa del Coyote crece de día en día. Vailima es mi casa en Villa Odoth. La temperatura es buena pero estamos avisados sobre las tormentas de estos próximos días. A mí eso me da igual con tal de estar en casa haciendo lo que me gusta. Creo que si tuviera tiempo montaría una pequeña huerta pero en mis condiciones actuales es algo que resulta imposible de todo punto. Paseo por el jardín saludando a mis árboles, los ciruelos han mejorado mucho con los tratamientos (insecticida y abono foliar, que por lo visto es muy bueno para los olivos) y las hojas nuevas crecen sanas y lustrosas. La hierba ha crecido sin medida a lo largo de estas dos semanas pero con las últimas lluvias resulta imposible pasar la máquina cortacésped; también han crecido los cerezos y las parras, las encinas se han llenado de hojas nuevas y las higueras se van recuperando de los estragos de la helada, se conoce que tienen mucha fuerza interior. Me entretengo un rato haciendo cosas divertidas sin mayor trascendencia, es cierto que las emociones se contagian, imagino algo mejor, el cambio reside en mi propio interior. Insisto con el inglés y con la guitarra, cada vez sale más fácil, es cuestión de practicar de vez en cuando para que los dedos recobren la agilidad perdida. Hago una lista de las cosas agradables con las que llenar mi vida, una ilusión que me ayuda a centrar las ideas. Preparo una ensalada con hojas frescas de espinacas y mejillones en escabeche, corto queso y embutido, preparo unas cervezas. Se va haciendo de noche, los murciélagos salen a patrullar mientras los mirlos aún canturrean por el jardín. Todos los pájaros negros de Villa Odoth son tordos salvo los cuervos, de un porte bastante mayor. Aviones y golondrinas compiten en acrobacias aéreas, los abejarucos vuelan muy alto y apenas se distinguen salvo sus grititos característicos. Hace tiempo que no veo a la lechuza que se escondía en la encina grande; imagino que una vez descubierta, se habrá buscado un lugar más discreto para descansar. Poco a poco van apareciendo las estrellas que iluminan el jardín. Se hace tarde y enseguida me voy a acostar, el día ha sido muy largo.

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