miércoles, 13 de julio de 2016

Lecturas del postoperatorio


Después de cualquier intervención quirúrgica hay que afrontar el peor de los tragos, el más amargo, el más duro. Hablamos del postoperatorio, el obligado peaje tras el dulce sueño de la anestesia, a pesar de que todo haya ido fenomenal. Este periodo se suele alargar un par de semanas. Imposibilitado y renqueante, es el momento en el que te encuentras más vulnerable y precisas el apoyo y la ayuda de los demás para asuntos considerados insignificantes hasta este momento. Nada entonces como un buen libro que nos ayude a pasar el tiempo deprisa y a escapar de la realidad que nos rodea. Me entretengo con literatura castellana, antigua y rotunda pero no por ello de menor actualidad. Por lo visto la tradición popular denomina "quebrados" a los herniados, tal y como aparece en el libro de Avelino Hernández. Una vez más tuvo que ser Joaquín quien pusiera el acento sobre tal condición. No hay más que recurrir a la sabiduría popular. El cura de Vailima bendice el procedimiento (indudablemente te curarás pronto, que así sea y que yo lo vea, me comenta con cariño) y Pacopús me presta su guindal, a pesar de no llamarse ni Pedro ni Juan. Yo, como siempre, agradecido de corazón.
En realidad no voy mal, no me puedo quejar. La herida ni la noto, la barriga bien pero sigo cojo y limitado para las pequeñas actividades de la vida diaria (ponerme el calcetín derecho, coger cualquier cosa del suelo o atarme las zapatillas). Al final uno va buscando sus trucos y consigue organizarse. Me tira la ingle, se nota que los tejidos están cicatrizando. Aún así salgo a pasear todos los días, mañana y tarde, a velocidades asombrosas: "Yo voy mal pero tú vas peor", me dijo ayer un amable caballero cargado con un par de bolsas de naranjas (algo imposible para mí en estos momentos). Hay gente para todo. El caso es que tenía razón porque noto que me adelantan veloces viejecillos con bastón y deportivas. Otra viejita, muy amable en este caso, me pregunta que cómo va la pierna y qué me había dicho el médico. Yo, sin profundizar demasiado, le doy las gracias por su interés. Esto en realidad es como un pueblo dentro de la ciudad. Ya echo de menos mis caminatas y paseos por el monte pero habrá que esperar un tiempo a recuperar la necesaria condición física. Una quimera, incluso, el acercarme por la Dehesa. A veces, si doy un mal paso, veo las estrellas así que este finde no hemos hecho ni amago de acercarnos a Vailima.
Como iba comentando previamente, aprovecho por leer todo lo que puedo. Lo de Avelino Hernández fue una recomendación de Llamazares que encontré en el periódico. Y si Llamazares recomienda yo acato pues es una persona con muy buen criterio. He pasado muy buenos ratos con el libro de Avelino Hernández. Otro que tampoco suele fallar es Muñoz Molina en el "Babelia"; en su caso la recomendación fue el libro de la España vacía de Jorge del Molino, un ensayo magnífico. Enseguida te das cuenta de que todo es circular. El Cuaderno del Duero (comprado en una librería de viejo hace un par de años por cuatro euros en la preciosa edición de los "libros de la candamia") que he leído un par de veces sin suficiente concentración, está dedicado a Avelino, algo en lo que no había reparado hasta este momento. Pero es que todo esto es la España vacía, recomendada a su vez la semana pasada por Llamazares en una de sus hermosas columnas del periódico (2 de junio 2016). La España vacía es Ainielle, claro, pero también es la de las tierras de Ayllón y de Tiermes, el Burgo de Osma, pueblos abandonados o por abandonar, las Hurdes o la Tejera Negra... En fin, completando esta crónica viajera por la Castilla antigua, me permito una particular recomendación, el "Viaje por la Sierra de Ayllón" de Ferrer Vidal, un clásico desconocido que ya va por su tercera edición gracias a la pequeña editorial segoviana VeoVeo. La sierra de Ayllón es Segovia en la esquina donde se abraza con las provincias vecinas de Soria y Guadalajara.La edición original data del ya lejano 1970. Parece mentira los años trascurridos desde entonces. Tierras agrestes rojas y negras (El Negredo, Madriguera, El Muyo), más en la pura tradición de Cela que en la amable y natural visión de nuestro querido Delibes. La Castilla profunda, la España vacía y despoblada de Jorge del Molino, los chascarillos de Avelino y las correrías de Ferrer Vidal. Ando detrás de la "Guía espiritual de Castilla" de Jiménez Lozano (1984) que me recomienda JG (ya lo he localizado en alguna librería de viejo), y del "Viaje por la frontera del Duero", de Ferrer Vidal, editado en su momento en la colección Austral (1980), que también tengo localizado.
Repaso los nombres con A de la Castilla profunda: Aniano, Amado, Abilio, Avelino, Alipio, Amable, Alejo, Amancio... Irenio el de Valdeginate, que no tiene ninguna A, nos construye una caseta para guardar el vino y los aperos. Lo más importante es mantener una temperatura constante sin grandes variaciones. Esta tarde hay futbol pero yo me entretengo con una cerveza mientras repaso de los periódicos viejos de toda la semana (la vida cunde mucho más sin tele). En cuanto consiga alargar mis paseos intentaré acercarme a una librería donde completar mis volúmenes viajeros con la crónica quijotesca de Llamazares ("Viajes de Don Quijote"). Esta crónica, que además de Llamazares también es Azorín y de Delibes, de Cela y de Unamuno, acaba de salir editada en un volumen tras su publicación por entregas el verano pasado en el periódico. Capítulos que fui leyendo en su momento a salto de mata y que creo ha llegado el momento de darle la importancia que merece. Me propongo pues, repasar las crónicas con la pausa necesaria.
Como siempre, te mando un abrazo junto con el agradecimiento por esta agradable correspondencia virtual,

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