martes, 15 de diciembre de 2015

Viva Tulín, cantante y bailarín



Amanece una mañana de densa niebla que oculta el Negredo. La temperatura ha bajado mucho durante la noche. Los vecinos volvieron anoche a Bilbao y sus gatos patrullan por el jardín. Enciendo el fuego y me preparo un café. Me entretengo revisando periódicos viejos. “Tulín, porfa, un manchado y un cortadito con leche fría”, y el hombre se apresura a prepararme una mistela con orujo. Tampoco es que se mate, se toma su tiempo no vaya a estresarse. Todo depende de la hora, por la mañana el manchado es mistela con orujo pero para el aperitivo es un vino blanco con vermú. Posposito se pide una faria y se sale a la calle a fumar. Tulín para eso es muy serio y no deja fumar a nadie en su casa. Son las normas y hay que cumplirlas. Apuro el cortado y le doy al orujo, que me entona el cuerpo y el alma. Me encuentro con Igor que ha salido a dar una vuelta con su moto nueva, aunque lo de nueva es un decir. Así, disfrazado de motorista, no le reconocía. Se trata de un modelo Honda muy antiguo que ha estado reparando poco a poco en sus ratos libres. El trabajo ha sido magnífico a tenor del impecable resultado. A media mañana sale el sol y preparo el tratamiento para los frutales: dimetoato, cobre y aceite de invierno. El endrino de la fuente Pocías tiene buen aspecto pero aún es pronto para cantar victoria. Me acerco al bar buscando a Simón pero me encuentro con Paco y nos vamos al Suco a comer con el cura: paella y rabo de toro, café y chupito de pacharán. Mañana es su cumpleaños y no nos deja ni pagar el café. Rematamos en el bar de Tulín donde los hombres juegan la partida.

Amarillea el membrillo, cuatro cormoranes aletean hacia el río, comienza a bajar la temperatura pero en casa se está bien. Los brasas de los troncos que puse a la mañana mantienen los veinte grados en el salón. Apenas dan las seis y enseguida cae la noche. Ceno en la Caseta con José Andrés. Un rato agradable con el queso, el vino y el lomo de vaca que preparamos a la parrilla. Alimento el fuego por no quedarnos fríos. Comentamos historias del pueblo. Una economía de supervivencia en la que cada cual se apañaba como podía. El difunto Plácido, Valeriano y Angelines, la mujer de Benito el “del Pico”, hermanos, me dice José Andrés. Tendré que estudiarlo despacio. La primera casa era la de Paco con su horno y su corral porque en tiempos fue panadería, la siguiente la de Raquel y la última, la de “la Fidela”, que tenía muchas influencias y colocaba a todo el que podía en una fábrica de la capital. Por lo visto la casa de la Fidela está en venta, dicen en el pueblo. Cada día descubro nuevos parentescos. Tulín es familia de José Andrés por parte de madre y Sotero es familia de los Tarabillas, como Julianín y su hermano Manolo.

Avivo la chimenea, aún queda el rescoldo y enseguida prende la leña de encina. No me apetece salir así que me quedo leyendo frente al fuego. Me rodea la noche y el silencio, escucho el tic tac del Pacopús, aparecen las primeras estrellas. Papá sigue desconectado del mundo. Cada semana avanza un poquito más su deterioro, incapaz ya de valerse por sí mismo. Todo va muy rápido, un regresar de nuevo a la infancia.

1 comentario:

Espigüete dijo...

No sabía que le dabas al orujo también por las mañanas jijiji
Agradable lectura, una suerte volver por aquí y encontrar tus frescos relatos.