miércoles, 23 de diciembre de 2015

La vida sigue



La vida sigue y yo no pienso seguir aguantando mucho más tiempo la misma historia. Tengo que hacer algo, comentaba ayer noche con Gloria, una mujer muy lista que me entiende enseguida. Me pregunta sobre lo que me gustaría hacer pero en realidad hay tantas cosas a las que me gustaría dedicar el tiempo que aún no tengo un plan determinado. Eso sería lo más importante, organizar la cabeza, planificar y dedicar mis esfuerzos a conseguirlo. Hay que tener cuidado, a veces la vida te sorprende y te regala los sueños que te rondan desde hace tiempo. Quizá el secreto consista en desearlo con las ganas suficientes. Pienso que habría alternativas a la rutina del trabajo diario, cosas diferentes que hacer, aprovechar el tiempo para disfrutar, leer y caminar por el campo. Me gustaría pasear, cuidar un perro pequeño y poner cuatro matas de tomate, abrazar los árboles y trabajar en la huerta sin ningún tipo de contrato ni obligación. Hacer vino. Ver amanecer. Pasear al borde del río buscando a las garzas. Hacer fotos. Tomar un vino con los amigos y por la noche contemplar las estrellas.

Entre la leña y los tratamientos de los árboles, las mañanas se me escapan sin darme cuenta. Pasan las semanas y los meses a toda velocidad. Apenas me cunden los días; ya decía Paco que una vez que te jubilas te quedas sin tiempo para nada. Por eso él hace relojes, por detener el tiempo de alguna manera. Es algo que realmente tiene mucho sentido. "Tempus fugit" me decía siempre Clemente, una letanía grabada desde entonces en lo más profundo de mi ser. El verde invade el espacio, los árboles van teniendo su tamaño. Un oasis en Vailima colonizado por los pájaros y los insectos. Podar, fumigar, regar, recoger hojas secas, cuidar los rosales...

Cada estación tiene su ritmo, nada se puede forzar. Pasó el tiempo de las setas, persisten los caracoles. Las hojas rojas de los guindos aún se mantienen en los árboles mientras el amarillo de los ginkgos tapiza el césped. Imagino las podas de cada arbolito pero espero la llegada del frío antes de empezar pues se trata de una decisión importante. Una casa en el campo da mucho trabajo. Habrá que decidirse y asumir las consecuencias (quien no se arriesga jamás puede triunfar). El objetivo no es otro que disfrutar todo lo posible (no me cansaré de repetir lo poco que necesitamos para ser felices). La vida pasa deprisa, antes de que quieras darte cuenta podrías  lamentarlo. Visto lo visto, no hay que dejar pasar ni una sola oportunidad.

Mi padre, en un momento de lucidez, me regala una barrica de roble de una cántara. Dieciséis litros, lo que cabe en un garrafón. Yo creo que llevaba más de cuarenta años en casa, la recuerdo ocupando una esquina del salón de la música desde que tengo uso de razón. Montulia es el nombre que lleva marcado a fuego en su fondo anterior, una bodega de Córdoba que elaboraba un fino en Montilla. Mi madre me dice que la barrica es un regalo de un coronel de la Guardia Civil que estuvo destinado en Segovia hace muchos años. Por lo visto fue padrino de la primera Martita así que calculo que estamos hablando del año 1973. Más de cuarenta años, ha llovido desde entonces. El Montulia es un vino generoso elaborado con uvas de la variedad Pedro Ximénez, con una crianza de tres años en botas de roble mediante el sistema de criaderas y soleras. Recuerdo que mi padre cuidaba mucho su barril, siempre lo tenía lleno hasta arriba. Cuando menguaba, lo rellenaba con Tío Pepe, Fino Laína y otros vinos de Montilla-Moriles. Quizá yo sea un sentimental pero me parece que es la mejor manera de mantener los recuerdos y de que sigan vivos a lo largo del tiempo. Pequeñas cosas que nos alegran a vida. Aprovecho el vino que contiene la barrica, cerca de media cántara, lo filtro con cuidado con una manga pues ha criado mucho poso, y lo vuelvo poner en la barrica después de lavarla concienzudamente con agua fría. Arreglo la espita bloqueada por el azúcar del vino completamente solidificado, como si hubiera cristalizado. Cuesta trabajo recuperar el mecanismo pero al final lo consigo. Paco piensa que habría que lijar la pieza de madera que cierra la espita para que deslice más suavemente, yo froto las piezas con un poco de aceite de oliva. Completo la barrica con un vino generoso que cuido en Vailima, una mezcla de palo cortado y montilla-moriles, para que la madera se mantenga en condiciones en contacto con el vino. Es un vino fuerte y denso, de un sabor embocado y un color intenso como la miel oscura. El aroma intenso a madera y alcohol tiene un toque dulce al final que resulta muy agradable al paladar. Los olores evocan historias íntimas y personales, es cierto que la capacidad olfativa tiene mucho que ver con los recuerdos, con la asociación de ideas y con hechos que no consiguen despertar con el resto de los sentidos. Realmente es algo que funciona como un interruptor de memoria, un perfume, un aroma, el olor de un vino o del tabaco espeso de los domingos por la tarde, la fragancia del jazmín en las noches de verano.

Mi madre me confirma que aquel coronel era navarro pero no recuerda su nombre. Quizá fuera el chófer, que se llamaba Antonio y era cordobés, quién trajera en su momento aquella barrica de roble. Han pasado ya tantos años que los recuerdos se difuminan en las brumas del tiempo. A mi padre no le puedo preguntar. Bueno, en realidad le puedo preguntar cualquier cosa pero él, si está de buen humor me contestará lo que le venga en gana y si no está de humor ni me contestará. Hace un tiempo que vive en su mundo, no hace daño a nadie aunque es cierto que resulta muy complicado de manejar. Mi padre siempre fue una persona honesta y muy trabajadora. Disfrutó mucho a lo largo de toda su vida, eso que se lleva por delante. Siempre hizo lo que quiso e intentó vivir lo mejor posible. Mi padre se apaga poco a poco, como una vela que se consume porque ya no tiene más cera. La luz disminuye de manera progresiva, pienso que se acerca el final.

PD. Uno, que tiene la enorme suerte de tener amigas artistas, aprovecha por felicitar la Navidad con una preciosa pintura de JM que luce estos días en casa, si cabe, con mayor intensidad.

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