jueves, 10 de diciembre de 2015

De Vailima al gin Xoriguer y la Pascua Militar



El fin de semana pasado estuve en Vailima. En Vailima hace frío pero se ven las estrellas, la noche es oscura pero se escucha el silencio y al amanecer te despiertan los cantos de los pájaros que ya no emigran en invierno. También se escuchan los gallos, los trenes, y los aullidos de algún perro vagabundo. Si tenemos suerte con los árboles, el año que viene haré licor con nuestras propias guindas y endrinos. Comí con mi amigo Pacopús (de la familia de los Puses) y con el cura del pueblo por celebrar su cumpleaños. Jesús es un cura de esos que merecen la pena. Nos invaden los gatos de los vecinos. Tendré que comprar algún tipo de repelente de gatos pues tenemos el jardín sembrado de cagadas, lo cual es bastante desagradable. Si no funciona el repelente químico, probaré con uno de esos modernos dispositivos electrónicos que emiten ondas molestas para los gatos y que los humanos no podemos detectar. No hay nada peor que una cagada de gato, son malolientes, pegajosas y muy desagradables. Pacopús está completamente de acuerdo conmigo. Los gatos están muertos de hambre y patrullan toda la urbanización en busca de cualquier cosa comestible pero tengo claro que ese no es mi problema. Una lástima, ahora con el frío y sin comida van a pasarlo mal pero tampoco podemos ocuparnos de todos los gatos del vecindario, bastante hacemos con aguantar sus molestias sin protestar demasiado. Me doy cuenta de que el gallego ha ido podando los árboles del pueblo. Yo también aprovecho el fin de semana para podar los dos pequeños almendros del jardín e irlos así dando forma. Los almendros son los primeros árboles que brotan y ahora es el momento de organizarlos un poco, justo antes de que empiecen a engordar las yemas en el mes de febrero. En Vailima ya estamos en lo más crudo del invierno. El endrino, con el parón invernal, se ocupa de echar raíces y de asentarse en su nueva ubicación. A ver si hay suerte y este año podemos hacer pacharán. He comprado dos macetas de barro donde instalar los dos olivos mientras se van haciendo grandes; este año ya he conseguido un buen puñado de aceitunas de los árboles de Tabarca pero en Vailima el clima es más recio y las olivas comienzan a caerse cuando aún la cosecha no ha acabado de engordar. Se nota que no están en su mejor ambiente.

Vuelta a la gran ciudad. En pie antes de las siete, a las siete y media José sale de casa con su carterilla del trabajo para no volver hasta casi las diez de la noche. Los lunes y los miércoles son los peores días, muchas obligaciones y mucha actividad. Reuniones interminables, correos electrónicos, llamadas de teléfono, comida en cualquier sitio si hay suerte (ayuno obligado en caso contrario), más las tres horas de la clase de inglés a última hora de la tarde. Es la única manera de prosperar pero al final resulta una jornada agotadora. En la capital José es don José pero sin duda su vida es más miserable y arrastrada que en Vailima, donde es libre como un pájaro y hace lo que en cada momento le viene en gana. Las actividades primarias como el comer, dormir o leer plácidamente, se modifican por las reglas sociales que obligan a cumplir con un rol determinado. Al final todo resulta muy monótono y muy cansado.

Habrá que pensar en dejar de comprar el periódico, entre la ansiedad que me produce la revisión diaria de los periódicos atrasados y el estudio del inglés, casi no me da tiempo a leer otras cosas. Es cierto que el periódico es una fuente inagotable de conocimiento, pero de vez en cuanto habría que darse un descanso.

Encuentro el pacharán Baines y la ginebra Nordés en la licorería de General Margallo, donde nos manda Miguel Ángel a buscar el vino de la bodega donde trabaja (las bodegas Buezo en Mahamud). A pesar de haber pasado montones de veces por delante, nunca me había fijado en la tienda, muy completa y con muy buen género. Es como al que no le gusta leer y pasa por delante de las librerías sin verlas en absoluto. Eso me había pasado a mí hasta ahora con la tienda de vinos. La licorería tiene un algo de tienda antigua y acogedora. Encuentro las botellas de litro del gin Xoriguer, la mejor ginebra del mundo según mi padre (qué va a decir él siendo natural de Mahón). En la isla, ocupada a lo largo de casi todo el siglo XVIII por los ingleses, nació la tradición del gin impulsada por los marineros y soldados que pululaban por sus tabernas. Miguel Pons Justo, el fundador de la destilería Xoriguer a principios del siglo XX, debía ser compañero del abuelo (1906-1981), algo que papá siempre se ocupó de recordarnos. La destilería toma su nombre de un antiguo molino de viento existente desde 1784, el mismo que aparece en las etiquetas de sus botellas y canecas. Menorca, tras cien años de invasiones, conserva la tradición inglesa y el sentido cosmopolita de aquellos que conocen mucho mundo. La historia de la isla de Menorca es muy curiosa, aun permanecen construcciones y hábitos de aquellos tiempos. La isla fue invadida por los británicos en el año 1708 durante la guerra de Sucesión Española. Tras el tratado de Utrech, en 1713, fue reconocida como territorio británico durante más de setenta años. Los británicos impulsaron la economía de la isla y convirtieron la ciudad de Mahón en punto neurálgico del mediterráneo, centro de piratas y contrabandistas. Mahón siempre fue el mejor puerto del mediterráneo, aparte de encontrarse en una situación privilegiada. Menorca fue tomada por los franceses en 1756 durante la guerra de los Siete Años pero gracias al tratado de Paris, en 1763, Gran Bretaña recuperó el control de la isla. Durante la guerra de Independencia de Estados Unidos, fuerzas franco españolas derrotaron a los británicos y tomaron la isla de Menorca el 5 de enero de 1782. Carlos III instauró la tradicional Pascua Militar que se celebra cada 6 de enero coincidiendo con la fiesta de la Epifanía de los Reyes Magos. La Pascua Militar conmemora desde entonces la toma de Menorca. La isla aún fue de nuevo invadida por fuerza británicas en 1798 durante las guerras contra la Francia revolucionaria y entregada a España, en virtud del tratado de Amiens, en 1802. Mi padre ya no se acuerda de todas estas cosas, ahora vive en una nube, pero bien que ha presumido a lo largo de toda su vida de su gin, de su queso y de su tierra natal.

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