sábado, 23 de abril de 2016

Refugio El Chileno


Aprovechamos la tarde de relax en el refugio Chileno para secar la ropa en la estufa de leña y charlar con los amigos argentinos que vamos haciendo a lo largo del camino: Claudia, Patricia y Daniel. La chica de recepción nos informa que la cena es a las siete y el desayuno a las siete y media pero a veces la gente sube de madrugada por descubrir las torres de piedra contra los naranjas del amanecer y entonces lo demoran hasta las 9:30. Sopesamos esta alternativa que nos obligaría a salir de noche, antes de las cinco y media de la mañana, pero con el tiempo que estamos teniendo no parece que haya mucho interés en disfrutar de un incierto amanecer con dos horas de caminata en cada sentido. Coincidimos con una joven alemana que se defiende bastante bien en castellano a pesar de que no llevar por aquí más que un par de meses. Viene como un pollo mojado y hasta que no sale de la ducha no acaba de ser persona. Gabriela nos cuenta que ha vendido su coche y que ha dejado el trabajo y el apartamento que tenía en Alemania. Me recuerda un poco a mi amigo Carmelo, capaz de dejarlo todo y partir a Alemania en busca de una nueva vida, con un montón de ilusiones y apenas lo que le cabía en las dos exiguas maletas de la moto. Gabriela nos cuenta que hasta ahora trabajaba como profesora de baile en una ciudad alemana de la que no consigo recordar el nombre. Una decepción amorosa se atreve a sugerir Félix, pero ella nos confirma que no ha sido más que un cambio de vida, eso sí, algo radical, pues quería hacer cosas diferentes durante una temporada. Creo que hay que aprovechar el momento, luego vienen los compromisos y la obligaciones y entonces no puedes disponer ni de tu tiempo ni de tu vida. Antonella, poco más de veinte años, escucha muy seria sin perder detalle. Es chilena, ha acabado periodismo, viaja sola y parece mucho más madura que la edad que nos confiesa. Esta vez dormimos en una habitación de ocho con dos literas triples, una doble y una escalera muy alta. La tercera persona con la que compartimos habitación es un sonriente chino de Hong Kong que vive en Londres y que habla un inglés perfecto y musical. Dos cosas me llaman la atención, sus enormes gafas de pasta y su franca sonrisa que le ilumina todo el rostro. Intercambiamos algunas palabras sobre el tiempo, el recorrido y la meteorología. El chino, la alemana y la chilena viajan solos y hablan entre ellos en un inglés tan fluido como si fuera su lengua nativa. Está claro que tanto el inglés como la informática hay que aprenderlos en la más tierna infancia. Iremos coincidiendo con todos ellos a lo largo del recorrido de los próximos días pues nuestras etapas son muy similares. En el Paine tampoco hay otra opción.

2 comentarios:

alfonso dijo...


Haciendo el Circuito O más el W, llegué al Chileno sobre las cinco de la tarde. Aconsejados por el guarda, ante la previsión de mal tiempo, subimos al famoso mirador de Las Torres con el tiempo justo como para ver la fantástica y conocida vista, que se cerró en menos de cinco minutos. Nos ahorramos el madrugón del día siguiente, para ver esa vista naranja. Esa noche nos nevó y amaneció todo nevado y sin vistas. No teníamos lugar dentro del refugio y dormimos en la tienda de campaña que esta frente al mismo. Y eso, la nevada, un 11 de diciembre, a diez días de la entrada del verano austral.
Me encanta saber que hemos compartido tan fantástico lugar y tan fantástico trekking.

Un abrazo

· LMA · & · CR ·

jgbarber dijo...

Veo que coincidimos en el mal tiempo. Suele hacer malo con frecuencia pero tampoco impide realizar la actividad prevista. Nosotros subimos entre nubes, disfrutamos de las vistas pero enseguida se acabó de cubrir todo y volvimos bajo la lluvia. Con ese panorama tampoco merecía la pena volver de madrugada, aunque nunca se sabe. Después de una tarde de perros, el amanecer del día siguiente resultó fantástico. Cuanto me alegra coincidir en nuestro periplo. Seguiremos contando. Saludos,
JGB