domingo, 16 de julio de 2017

Volvemos por Las Negras


Amanece un día gris con retazos de cielo azul. El poniente sopla con fuerza agitando las copas de las palmeras (hasta ahora soplaba el levante pero de repente cambia la dirección del viento). Pasan los días, uno tras otro, en medio de la tranquilidad y el silencio. Las Negras o Agua Amarga, dice la chica de la oficina de información; en Cabo de Gata estarán volando. Imposible ir a la playa con este cielo y este airón; decidimos visitar el interior. Coincidimos con Javi y su familia en el precioso vivero a la salida de Níjar: “Cactus Níjar es-Cultura” con las magníficas piezas de Anne Kampshulte alegrando el jardín. Anuncian el concierto gratuito del próximo sábado, uno de julio. Toni nos enseña sus cactus y sus olivos, fuerza de la naturaleza a través de la luz y el sol. Algunas plantitas para África (lithops, Faucaria tigrina y Pleiospilos nelii rubrum, de intenso color rojizo). Habrá que reorganizar nuestro jardín. Tendré que reponer algunos ejemplares pues la maceta de los lithops se está despoblando, los chochillos (Pleiospilos) y las portulacarias van bien, los aloes se recuperan despacio y los kalanchoes se multiplican de forma viral. Poco riego y mucha luz, insiste el chico que nos atiende. Ni una gota en invierno, en verano admiten mayor frecuencia de riego pero es fundamental un buen drenaje (los lithops son de poco agua y pocos amigos). Los cactus soportan bien el frío pero no aguantan las heladas; una vez se congela el tejido, la planta se desintegra (como el aloe en Vailima el pasado invierno). Delicadas mimosas, higueras y falsos pimenteros; esta vez no veo ni un solo granado. Javi escoge un pequeño olivo para la terraza de su casa. Trabajar en un jardín debe ser muy reconfortante. Javi tiene intención de acercarse a Agua Amarga, nosotros paseamos un rato por Níjar. Hace calor. Visitamos las tiendas de cerámica, tomamos unas cervezas en el Bar Ortiz, en el cruce de la avenida con la calle de las Eras. Las tapas son distintas cada día, nos dice la camarera, una chavala muy amable con un corte de pelo a lo chico y tatuajes espectaculares. Entre unas cosas y otras, olvido preguntar su nombre. Con las cervezas y las tapas (carne al ajillo, bonito encebollado, bacalao con tomate...) comemos muy bien. En la alfarería habitual encontramos algunas piezas que nos llaman la atención: un enorme botijo de barro rojo y una marmita para cocinar. La chica que nos atiende nos explica que el botijo es de Alicante y la marmita de Albox (o de Sorbas, no recuerda bien); un barro especial que soporta altas temperaturas (nos recomienda sumergirla en agua toda una noche antes de utilizarla). Calidad a precio razonable: diez euros el botijo y doce la marmita con tapa (que imagino sobre la estufa de Vailima cociendo a fuego lento con alubias, oreja, ajo y laurel). En el antiguo Coral, el 11 de la avenida principal, nos ofrecen una mesa de teselas a mitad de precio (esas mesas de mosaico tipo marroquí). Elegimos la de color granate, más discreta que la verde o la azul. La idea sería montar un rincón en la cocina donde desayunar sin prisas. Volvemos por Campohermoso y Las Negras, un recorrido más largo pero bastante más entretenido. Atravesamos las minas de oro, subimos la Amatista y alcanzamos San José. La silueta azul de los Frailes domina el entorno. Las nubes ocultan el sol pero el aire corre como si hubieran encendido un ventilador y las hojas de las buganvillas invaden la piscina con sus diferentes tonos y colores. En la playa apenas hay gente, la arena volando a cada lado acaba siendo molesta. Volvemos a El Faro; berenjena con miel, calamar en aceite y gallopedro frito tal y como nos sugiere Alejandro (dice que resulta más jugoso). Saetías blanco de la zona. Todo un acierto. Cafés y chupitos por cuenta de la casa. Nos despedimos del Cabo con una cerveza artesana en la Abacería.

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