La realidad se parece como una gota de agua a su reflejo. Muchas veces no es posible diferenciar la realidad del reflejo y pensamos en este último queriendo tomar decisiones complejas, cuando deberíamos hacerlo sobre la realidad tangible. En un determinado momento una simple china sería capaz de romper nuestros sueños, dejándonos mudos y perplejos. Y eso duele mucho. Por eso es bien importante asentarnos lo más firmemente posible, tocar tierra, y dejar que los reflejos alimenten únicamente nuestros sueños. En este caso está todo bien claro y es la belleza la que proporciona la armonía al conjunto; cualquier trabajo precisa un esfuerzo y la realidad es la ascensión, el sudor y el resuello necesario para llegar a la cima. El límite, en ocasiones confuso, de la realidad y fantasía… Pero no perdamos el norte, no es nada más y nada menos, que una hermosa montaña, “la más alpina de nuestras montañas”…
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