viernes, 20 de octubre de 2017

La mano de Fátima


Volveremos más tarde y echaremos otro tiento. ¿Qué tal doce? Vale, llévatelo por doce pero que sepas que estoy perdiendo dinero. Más que perder, que nunca pierden ni un solo céntimo, es que no ganan lo que pretenden pero ese es el juego. A veces ganan más y otras un poco menos pero hay que saber irse adaptando. Encontramos un robador de dos brazos hecho de forja (un artilugio de apenas un palmo que se utilizaba para recuperar las cosas que caían a los pozos), una escuadra antigua de carpintero y una aldaba para la puerta de casa con la “mano de Fátima” y su correspondiente anillo en el dedo corazón (desconozco el motivo por el cual unas veces aparece en el corazón y otras en el anular). Paco estuvo negociando por ella el pasado domingo pero parece que no llegaron a ningún acuerdo; el vendedor no tenía intención de ajustar el precio de manera que ahí seguía, una semana después, esperando en el fondo de una caja de cartón junto con otros objetos de lo más variopinto. Es una aldaba de hierro, vieja y oxidada, que viene con su clavo original, también llamado castigo o golpeador. Pacopús me dice que no me preocupe, yo sé que es muy mañoso y que en cualquier caso él se ocuparía de dejarla como nueva. La mano de Fátima es de origen musulmán, se utilizaba como protección ante desgracias y enfermedades en general así como para el mal de ojo en particular; los cinco dedos de la mano representan la fe, la oración, la limosna, el ayuno y la peregrinación. No tiene nada que ver con el Islam porque esta religión no permite el uso de ningún tipo de ídolo o amuleto. Como “la mano protectora” no se puede comprar para uno mismo sino que te la han de regalar, Paco se encarga de todas las negociaciones, ajusta un precio justo y cuando cierra el trato me la ofrece generoso, pues sabe que hace tiempo ando buscando un llamador antiguo para la puerta de casa. Dicen que la mano de Fátima protege a la casa y a sus habitantes. El otro día me estuve fijando en una muy bonita que adornaba el portón de un caserón antiguo cerca del convento de san Isidoro pues la idea rondaba por mi cabeza desde hace tiempo. Volvemos a por la escuadra (el robador estaba a muy buen precio y no hubo ni que regatear); en realidad está muy sucia y deteriorada y yo no sé si merece la pena interesarse por ella. Paco, que tiene muy buen ojo, se da cuenta de que aún se aprecian incrustaciones de latón en el borde y en el mango de madera (dice que una vez limpias relucirán como el oro) y se lanza a por ella. Es vieja y está rota, la parte de metal tiene un mordisco. No está rota es asina. Qué va a ser asina, está rota (aunque se puede arreglar me dice Paco a media voz). Llévate algo más, anda, y te la dejo a buen precio. Las negociaciones con Luis son harto costosas, es un hombre difícil que pide sin sentido: a veces se pasa por exceso y en otras ocasiones se queda tan corto que parece que lo regalara, de tal manera que nos tiene completamente desconcertados. Hace poco pedía doscientos euros por una aldaba antigua, un precio a todas luces desorbitado. Imposible negociar con los hijos, bastante más sensatos, pues sus cosas las lleva él directamente y no deja que nadie se meta por medio. Insiste en que nos llevemos dos escuadras cuando solo nos interesa la más antigua pero él es avispado e intenta estirar hasta donde puede. Paco está enfadado conmigo, me dice compungido (aunque yo más bien creo que se trata de un lance del juego). Paco es muy buena persona y no se enfada con nadie. Si, se ha enfadado conmigo porque no le quiero vender la escuadrita. Pues pónsela más barata y verás cómo te la compra.

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