Colores, algunas pruebas, juegos de luces, cielos azules y casitas rojas, reflejos del sol a primera hora de la mañana, como si de una ilustración de comic se tratase… Más que una foto, casi parece una pintura. Y mientras tanto, se nos acaba el mes y se acerca, peligrosamente, el verano…
Verde intenso de las hojas bilobuladas del ginkgo. Proviene de oriente, de la India y el Japón, y es uno de los árboles más antiguos y más resistentes que se conozca. El ginkgo, árbol de los cuarenta escudos, transmite fuerza y energía...
Primavera, flores y lluvia. El verde de los campos se cubre de flores multicolores entre las que destaca el rojo intenso de las amapolas y el blanco de las jaras. Un espectáculo de color, una explosión de vida.
Yo creo que esta vez me han quedado clavadas, como si las hubieran pintado, cuestión de jugar con la luz y con la velocidad de obturación. Bien nítida la situada más en el centro de la imagen, sin embargo el resto permanecen desenfocadas, algo borrosas, como si estuvieran difuminadas. Es evidente que el tono pastel de las flores contribuye a conseguir este bonito efecto (por lo menos a mi me gusta mucho).
Pedriza entre nubes. Montones de jaras en flor, como si hubiera nevado. Piedras. Digitales, botones de oro, flores de lavanda, narcisos, margaritas, orquídeas silvestres...
Nubes negras, cargadas de agua, se aproximan por el oeste. Realmente son como trenes de nubes, uno detrás de otro de manera ininterrumpida. El cielo gris plomizo, deja ver algunos claros ocasionales. Lo dicho, un fin de semana pasado por agua.
Rojo pasión, una verdadera explosión de color en plena primavera. Flores y colores espectaculares, chaparrones intempestivos, días largos, luz y sol… Una sorpresa cada día, a veces son las rosadas trompetas las protagonistas indiscutibles de la jornada, en otras ocasiones se trata de estos hermosos ejemplares tan rojos, delicados e intensos (el rojo es el color más intenso de todo el espectro). Las flores de los frutales (melocotones y membrillos) aparecen en los primeros días del año, cuando todavía no se han marchado los fríos; en cambio las de los pequeños lithops se reservan para las fechas previas al comienzo del otoño. Los lithops se conocen familiarmente como cactus piedra, presentando hermosas flores de diversos colores (amarillas o blancas habitualmente).
Luna llena desde la ventana de la cocina. Casi medianoche pero las vistas son espectaculares!!! Un par de nubes solitarias se recortan en el cielo azul plomo iluminado por las luces de la torre y la luna. Esta luz, reflejada por nuestro satélite, alumbra los rincones más secretos de la ciudad. Algunas mañanas, al amanecer, vuelvo a ver la luna antes de acostarse. Gira en el cielo en un eterno y continuo baile…
De nuevo la Mujer Muerta (es que me encanta), un poco más cerquita y con la escolta de nubes que permite, sin embargo, recorrer con la mirada todo el perfil de la montaña. La cabeza se sitúa en el alto de la Pinareja y la peña del Oso se encuentra allá donde comenzarían las piernas. Ambas cumbres sobrepasan con alegría los dos mil metros, sin alcanzar los dos mil doscientos por apenas tres o cuatro metros. La Mujer Muerta es la montaña segoviana por excelencia.
Me encantan las pintadas, me parece que se trata de un tipo de arte totalmente libre y absolutamente sublime. Este retrato se encuentra en la estación de Gudillos, un apeadero ruinoso y semi-abandonado en la ladera segoviana de la sierra, muy cerca de San Rafael. Prácticamente ya no se utiliza pero en sus buenos tiempos era transitado, sobre todo en la época estival, en el momento de los campamentos de los chavales. En aquella época “el tío araña” mantenía la caseta del tren, así como un pequeño bar con bebidas y refrescos. También recuerdo vagamente “La Serrata”, un bar en San Rafael donde se comían chuletillas de cordero y que todavía sigue existiendo. El tiempo pasa y apenas nos damos cuenta. Desde entonces, seguro, transcurrieron más de treinta años…
Se trata, en esta ocasión, de la Mujer Muerta reflejada sobre el embalse de Puente Alta. No hay mucha luz y las nubes que cubren la cresta de la montaña se reflejan en la superficie del agua, destacando los azules del cielo entre los cambiantes volúmenes de algodón.
A pesar de que el día se presenta amenazador, la tarde es hermosa y azul. El cielo, cubierto de imponentes nubes de algodón, permite sin embargo contemplar las montañas en toda su amplitud. No es la nieve del invierno, pero el aspecto es verdaderamente fantástico.
Una preciosa flor amarilla en el interior de las ruinas cistercienses del monasterio de Bonaval, al norte de la provincia de Guadalajara. En cualquier sitio es posible descubrir un tesoro y este es uno de los más bonitos y delicados que pueda uno encontrar. Crece, rodeada de piedras y de silencio, en un remanso de paz y de olvido junto a un pequeño arroyo, entre arcos y ventanales, columnillas, capiteles, arquivoltas y chambranas…
Día de San Isidro. Algunas fotos persiguiendo mariposas. Ruinas del monasterio de Bonaval, más allá de Patones y el Pontón de la Oliva. Una familia con perro recoge espárragos en el campo. Majuelos en flor, arces de Montpellier y robles espinosos. Dos perdices traviesas corretean por la pista, árboles con musgo y hermosas flores de primavera.
De nuevo las trompetas de los cactus, maravilla de la naturaleza, con su rosa palo y su misteriosa anatomía interior. Sorpresas botánicas de las flores. En estas plantas, acostumbradas a sequías y desiertos, un año de espera no es asunto baladí. Los amigos viajan a Las Negras, corazón del cabo de las ágatas.
Martes y trece, primavera, hermosos atardeceres en el cielo de poniente. El sol gira imperceptiblemente y se oculta cada día un poquito más tarde y un poquito más al norte. Los colores se funden con el cielo consiguiendo estampas irrepetibles que no me canso de mirar (y de compartir pues no es la primera ni la última vez que os hago partícipes y que nos asomamos juntos al balcón). Postales del tiempo, postales de la vida (“cielo excesivo” que diría algún purista pero en este caso me gusta así); los días van trascurriendo sin darnos cuenta, cambian los ciclos de la naturaleza y disfrutamos de algunos buenos momentos que apenas pueden palparse con la punta de los dedos. ¡Todo es tan efímero!
Ayer estuve haciendo algunas fotos de flores pero no encontré ninguna como esta; se trata de un género de limonium adaptado a las playas del cabo, cerca del mar. Son plantas bastante resistentes, incluso a veces crecen sobre arenales, adaptadas al medio como todas las especies semidesérticas de la zona. Sus flores, con pétalos azules y blancos, parecen como si fuesen de papel; de ahí su característico nombre… En cualquier caso, también podríamos considerar nuestras hermosas jaras pedriceras como posibles flores de papel, sobre todo en algunas tomas fotográficas.
Hoy tendrán que ser dos fotos porque no se podría entender bien la una sin la otra. La primera está tomada esta mañana, a primera hora, con un día frío y gris; la otra cuatro horas después, pasado el mediodía, cuando el sol comenzaba a calentar. La diferencia es espectacular: la misma imagen (transformada cuán crisálida) algunas horas después. Las flores de los cactus son efímeras, apenas duran un día pero merece la pena disfrutarlas en todo su esplendor.
Una playa, a propósito, desenfocada. Se ve lo que se tiene que ver pero una especie de bruma o neblina transforma el paisaje volviéndolo más atractivo (o más misterioso). Se trata, de nuevo, de cala Enmedio en un día soleado, con gente, nubes, y algunas flores junto al mar.
En esta ocasión se trata de Cala Enmedio, la más bonita de todas las playas recorridas (aunque, entre tanta belleza, es difícil tomar partido); una suerte disfrutar de un día con nubes… Sorpresa en el japonés de la esquina: “Tu eres amador de palabras, algún día escribirás un libro”. Quizá sea una premonición. Esta tarde he aprendido la diferencia entre el puedo y el quiero, entre la necesidad y el deseo. Aunque no nos demos cuenta, hay otras opciones; está claro que para poder ver la toda la realidad hay que salir fuera y tomar un poco de distancia.
Otra hermosa playa y otra hermosa población, en este caso Las Negras; un pueblecito oriental, con su mar y azul y sus casitas blancas, con algunas palmeras y una enorme tranquilidad (como se aprecia en la fotografía). Pueden ser imaginaciones mías pero siento que ese silencio es el que nos permite volver a encontrarnos con nosotros mismos y, de alguna manera, nos ayuda a recuperar el tiempo perdido.
Una de las más playas más bonitas de todo el litoral, con su bosquecillo de pinos y eucaliptos, con sus pitacos y sus chumberas, con su ensenada redondeada y tranquila, sin gente apenas… Pequeñas sombras donde acurrucarse a leer, arena para tomar el sol, cielo azul para poder volar las cometas, aire y más cielo azul donde dejar vagar la imaginación...
Estos son los Frailes prometidos, quinientos metros de montaña por encima del nivel del mar, dos cumbres gemelas que dominan la ensenada de los Escullos. Enfrente África, al otro lado del mar; dicen que incluso es posible distinguirla a simple vista en los días muy claros pero yo no sé si es cierto o si me están tomando el pelo. En cualquier caso, una hermosa montaña con unas vistas fabulosas, cubierta por los palmitos en sus laderas más húmedas; el palmito (chamaereops humilis) es la única palmera autóctona europea. Casitas blancas, mar azul y cielos intensos que contrastan con el verde de palmeras y palmitos. El verde, en el Islam, es el color de la esperanza.
Cabo de Gata, playa del Peñón Blanco en la Isleta del Moro, pequeña población pesquera frente a la ensenada de los Escullos. Un lugar hermoso y solitario. Al frente los Frailes, haciendo guardia, dominando el paisaje. Unos días para desconectar y tomar el sol, caminando junto a la costa más salvaje que conozca. Sin horario ni obligaciones. Algunas fotos y algunos libros…
