El fin de semana pasado estuve en
Vailima. En Vailima hace frío pero se ven las estrellas, la noche es oscura
pero se escucha el silencio y al amanecer te despiertan los cantos de los
pájaros que ya no emigran en invierno. También se escuchan los gallos, los
trenes, y los aullidos de algún perro vagabundo. Si tenemos suerte con los
árboles, el año que viene haré licor con nuestras propias guindas y endrinos. Comí
con mi amigo Pacopús (de la familia de los Puses) y con el cura del pueblo por
celebrar su cumpleaños. Jesús es un cura de esos que merecen la pena. Nos
invaden los gatos de los vecinos. Tendré que comprar algún tipo de repelente de
gatos pues tenemos el jardín sembrado de cagadas, lo cual es bastante
desagradable. Si no funciona el repelente químico, probaré con uno de esos
modernos dispositivos electrónicos que emiten ondas molestas para los gatos y
que los humanos no podemos detectar. No hay nada peor que una cagada de gato,
son malolientes, pegajosas y muy desagradables. Pacopús está completamente de
acuerdo conmigo. Los gatos están muertos de hambre y patrullan toda la
urbanización en busca de cualquier cosa comestible pero tengo claro que ese no
es mi problema. Una lástima, ahora con el frío y sin comida van a pasarlo mal
pero tampoco podemos ocuparnos de todos los gatos del vecindario, bastante
hacemos con aguantar sus molestias sin protestar demasiado. Me doy cuenta de
que el gallego ha ido podando los árboles del pueblo. Yo también aprovecho el
fin de semana para podar los dos pequeños almendros del jardín e irlos así dando
forma. Los almendros son los primeros árboles que brotan y ahora es el momento
de organizarlos un poco, justo antes de que empiecen a engordar las yemas en el
mes de febrero. En Vailima ya estamos en lo más crudo del invierno. El endrino,
con el parón invernal, se ocupa de echar raíces y de asentarse en su nueva
ubicación. A ver si hay suerte y este año podemos hacer pacharán. He comprado
dos macetas de barro donde instalar los dos olivos mientras se van haciendo
grandes; este año ya he conseguido un buen puñado de aceitunas de los árboles
de Tabarca pero en Vailima el clima es más recio y las olivas comienzan a
caerse cuando aún la cosecha no ha acabado de engordar. Se nota que no están en
su mejor ambiente.
Vuelta a la gran ciudad. En pie
antes de las siete, a las siete y media José sale de casa con su carterilla del
trabajo para no volver hasta casi las diez de la noche. Los lunes y los
miércoles son los peores días, muchas obligaciones y mucha actividad. Reuniones
interminables, correos electrónicos, llamadas de teléfono, comida en cualquier
sitio si hay suerte (ayuno obligado en caso contrario), más las tres horas de
la clase de inglés a última hora de la tarde. Es la única manera de prosperar
pero al final resulta una jornada agotadora. En la capital José es don José
pero sin duda su vida es más miserable y arrastrada que en Vailima, donde es libre
como un pájaro y hace lo que en cada momento le viene en gana. Las actividades
primarias como el comer, dormir o leer plácidamente, se modifican por las
reglas sociales que obligan a cumplir con un rol determinado. Al final todo
resulta muy monótono y muy cansado.
Habrá que pensar en dejar de
comprar el periódico, entre la ansiedad que me produce la revisión diaria de
los periódicos atrasados y el estudio del inglés, casi no me da tiempo a leer
otras cosas. Es cierto que el periódico es una fuente inagotable de
conocimiento, pero de vez en cuanto habría que darse un descanso.
Encuentro el pacharán Baines y la
ginebra Nordés en la licorería de General Margallo, donde nos manda Miguel
Ángel a buscar el vino de la bodega donde trabaja (las bodegas Buezo en
Mahamud). A pesar de haber pasado montones de veces por delante, nunca me había
fijado en la tienda, muy completa y con muy buen género. Es como al que no le
gusta leer y pasa por delante de las librerías sin verlas en absoluto. Eso me
había pasado a mí hasta ahora con la tienda de vinos. La licorería tiene un
algo de tienda antigua y acogedora. Encuentro las botellas de litro del gin
Xoriguer, la mejor ginebra del mundo según mi padre (qué va a decir él siendo
natural de Mahón). En la isla, ocupada a lo largo de casi todo el siglo XVIII
por los ingleses, nació la tradición del gin impulsada por los marineros y
soldados que pululaban por sus tabernas. Miguel Pons Justo, el fundador de la
destilería Xoriguer a principios del siglo XX, debía ser compañero del abuelo
(1906-1981), algo que papá siempre se ocupó de recordarnos. La destilería toma
su nombre de un antiguo molino de viento existente desde 1784, el mismo que
aparece en las etiquetas de sus botellas y canecas. Menorca, tras cien años de
invasiones, conserva la tradición inglesa y el sentido cosmopolita de aquellos que
conocen mucho mundo. La historia de la isla de Menorca es muy curiosa, aun
permanecen construcciones y hábitos de aquellos tiempos. La isla fue invadida
por los británicos en el año 1708 durante la guerra de Sucesión Española. Tras
el tratado de Utrech, en 1713, fue reconocida como territorio británico durante
más de setenta años. Los británicos impulsaron la economía de la isla y
convirtieron la ciudad de Mahón en punto neurálgico del mediterráneo, centro de
piratas y contrabandistas. Mahón siempre fue el mejor puerto del mediterráneo,
aparte de encontrarse en una situación privilegiada. Menorca fue tomada por los
franceses en 1756 durante la guerra de los Siete Años pero gracias al tratado
de Paris, en 1763, Gran Bretaña recuperó el control de la isla. Durante la
guerra de Independencia de Estados Unidos, fuerzas franco españolas derrotaron
a los británicos y tomaron la isla de Menorca el 5 de enero de 1782. Carlos III
instauró la tradicional Pascua Militar que se celebra cada 6 de enero
coincidiendo con la fiesta de la Epifanía de los Reyes Magos. La Pascua Militar
conmemora desde entonces la toma de Menorca. La isla aún fue de nuevo invadida
por fuerza británicas en 1798 durante las guerras contra la Francia
revolucionaria y entregada a España, en virtud del tratado de Amiens, en 1802.
Mi padre ya no se acuerda de todas estas cosas, ahora vive en una nube, pero
bien que ha presumido a lo largo de toda su vida de su gin, de su queso y de su
tierra natal.
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