sábado, 2 de enero de 2016

La muerte no es el final


Un fin de año bien triste. Mi padre falleció el día 30 y le enterramos en la mañana del día 31. Ya podéis imaginar las celebraciones de fin de año en casa. Una persona estricta que me dio estudios y me enseñó a ser una persona honrada y con principios. Tenía 85 años, vivió bien y fue feliz, hizo siempre lo que quiso y disfrutó de la vida, no se puede pedir más para una vida tan larga y provechosa. También hizo mucho bien y la gente siempre le estuvo muy agradecida. "Ha venido mucha gente", comenta el taxista a la salida de la iglesia, camino del cementerio. Sí, mi padre era muy conocido y le querían mucho. Más de cincuenta años trabajando como médico en el mismo sitio te acaban forjando una leyenda. Es duro perder a un padre, te hace sentir de repente mucho más mayor y te deja un vacío irreemplazable. Mi padre además de médico era militar. Ahora descansa en paz. Obligado pues acabar con "La muerte no es el final"

Tú nos dijiste que la muerte
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos,
carne de un ciego destino.

Tú nos hiciste, tuyos somos,
nuestro destino es vivir,
siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.
Siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.
Cuando la pena nos alcanza
por un hermano perdido cuando el adiós dolorido
busca en la Fe su esperanza.

En Tu palabra confiamos
con la certeza que Tú
ya le has devuelto la vida,
ya le has llevado a la luz.
Ya le has devuelto la vida,
ya le has llevado a la luz
Cuando, Señor, resucitaste,
todos vencimos contigo
nos regalaste la vida,
como en Betania al amigo.

Si caminamos a tu lado,
no va a faltarnos tu amor,
porque muriendo vivimos
vida más clara y mejor.
Porque muriendo vivimos
vida más clara y mejor.