miércoles, 27 de diciembre de 2017

Cencellada en la ribera


Esta noche ha hecho mucho frío pero eso es algo que a mí no me importa demasiado. De hecho me gusta mucho este frío seco e invernal de la Castilla profunda que nos ayuda a darnos cuenta de que estamos en pleno invierno. Me levanto bien temprano con sensación de descanso. Escucho a lo lejos el silbido del tren. Una vez subo las persianas, me doy cuenta de que una niebla densa invade el ambiente y de que el campo se encuentra completamente blanco. Ya lo dicen los viejos del lugar: “niebla y helada, cencellada”. Curioso fenómeno atmosférico que produce la formación de brillantes plumas y agujas de hielo blanco sobre la superficie de árboles y plantas silvestres. En casa, los arbolitos sin hojas amanecen recubiertos de escarcha, incluso la encina grande aparece tapada por cristales de hielo en uno de sus lados. Aparte de las bajas temperaturas, para originar estos mágicos paisajes tan llenos de encanto que aguantan incluso a la salida del sol, se necesita una cierta niebla o humedad a ras del suelo, así como ausencia de viento. Después del café, me acerco a la ribera por fotografiar el puente y la isla. Me abrigo bien, aún hace frío, la temperatura permanece bastante por debajo de los cero grados. La pareja de garzas escapan nada más percibir mi presencia y los patos se esconden bajo el puente de la carretera. La luz es magnífica así que aprovecho por buscar las mejores localizaciones. El cielo es blanco y los árboles son blancos, destacando únicamente las piedras doradas del puente viejo y su reflejo sobre la superficie del agua. Una cierta luz entre azul y violeta se apodera del entorno, no hay ruido, es todo muy extraño, muy mágico. Me encuentro a Pacopús entretenido en las mismas labores que me ocupan a mí mismo; el día está de postal y hay que aprovecharlo. Nos acercamos al cuérnago por ver el chopo derribado por el airón de la semana pasada; en su tronco crecen los enormes hongos yesqueros que antaño se usaban para prender el fuego pues arden muy bien, según me explica mi amigo Paco. Teniendo en cuenta lo poco que crecen cada año, estos ejemplares de hongos deben haber disfrutado de una larga vida. El caz de la fábrica de luz se encuentra cegado por la vegetación y los restos diversos que embalsan el agua y la impiden correr libremente. Un nogal crece en el talud junto a la fuente. Nos volvemos despacio teniendo cuidado en las zonas de umbría donde la helada se mantiene y donde un resbalón podría ser peligroso. Comienzan a humear chimeneas y glorias; siempre hay que encender antes de las diez, es cuando mejor tiran señala Paco. Vuelvo a casa, paseo por el jardín, los restos que encuentro bajo la antena indican que por allí debe esconderse la coruja. Habrá que estudiar las egagrópilas antes de confirmar nada. Yo creo que debe ser la misma coruja que el verano pasado se ocultaba entre las ramas de la encina grande. Leo en el periódico que una mujer muere congelada en Japón tras pasar 15 años encerrada en casa por sus padres y un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Frío, abandono y desolación. Dicen que probablemente se haya muerto por inanición, quien sabe. Mientras tanto la borrasca Bruno amenaza con lluvia y fuertes rachas de viento a lo largo y ancho de toda la península (viento, nevadas y fuerte oleaje en la costa). Parece que nos espera un fin de año agitado. Abrigos y paraguas hacen acto de presencia aunque con el fuerte viento estos últimos resultan más bien de poca utilidad. La mañana templa, sale el sol y aprovecho por visitar el Cerrato más profundo con mi amigo Pacopús. Piedras, encinas y páramos, algunas iglesias, el río y las bodegas. Paramos a comprar pan. Sin duda una mañana agradable y productiva que habrá que repetir en cuanto sea posible.

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