
De nuevo paso por delante de la tienda de la esquina, la que convirtieron en colmado chino, y me fijo atentamente en su rótulo, “Autoservicio: panadería, bebidas, frutos secos, frutería, limpieza”. Curioso, como un todo a cien pero con servicio de limpieza. Sigue conservando, eso sí, el antiguo nombre de “La senda de la esencia” (e incluso el teléfono original), lo cual le da un aspecto muy particular. Llama la atención una pequeña estrella enamorada a los pies de la luna creciente. El cielo se cubre enseguida y oculta las estrellas; parece que fuera a nevar.
El Alaska es el típico bar de vino blanco y gambas rebozadas pero, con la que está cayendo, no sé si la gabardina será suficiente (solo de pensar en el aperitivo, en el hielo del vermouth, me castañetean los dientes). Por de pronto, yo ya he sacado el sombrero, una prenda que abriga una barbaridad al impedir la pérdida de calor por la cabeza (pues la cabeza sin pelo constituye un puente térmico de primera magnitud).
Los cuentos de Roberto Bolaño viajan por todo el mundo, habitan un tiempo inventado por él, muchos de sus relatos están protagonizados por poetas, escritores y aspirantes.
4 comentarios:
En este tiempo de invirno más que tomarse el vermouth en el bar Alaska hay que tomarse unas sopitas de ajo o un caldito (que pueden ser aderezados con chorrito de vino blanco) en el bar Jauja que está justo al lado del Alaska.
Seguro que esto lo agradeceran más nuestros cuerpos helados.
Un saludo.
Qué alegría encontrarte por aquí. Coincido en tu apreciación sobre las sopas de ajo pero tendrás que admitir que la fachada del Alaska es mucho más fotogénica que la del bar Jauja. Saludos,
Aceptado queda.
Aunque una foto del interior del bar Jauja un dia de diario cuando paran por allí los jubilados que pasean por la calle Mayor seguro que tendría un toque nostalgico bastante bueno.
Seguro!!! Gracias por el apunte
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