
En Vigo hay una estatua gigantesca de acero cortén que se oxida poco a poco al contacto con el aire del mar. Es una oxidación superficial que protege el interior del acero pues forma una película externa que impide la progresión corrosiva hacia las capas más profundas. La aleación contiene importantes cantidades de cobre, cromo y níquel, proporcionando el color y la textura característicos de este material. En este caso opté por una aproximación a la pieza, un cara a cara muy visual, como si nos habláramos directamente al oído. La toma no muestra sus colosales dimensiones pero me transmite de alguna manera su fuerza y su vida a pesar de no tratarse nada más, y nada menos, que de una estatua de frío acero cortén.