
Nubes a lo largo de la primera parte de la mañana. En un determinado momento el sol hace acto de presencia. Tímidamente. No hay más que mirar atrás, al otro lado del valle una vez sobrepasadas las invernales de Igüedri y superadas las portillas del Boquejón, para darnos cuenta de la luz que incide sobre la ladera blanca del Coriscao, cubierta de nieve como una montaña de merengue. Se aprecia la falta de nieve para la época en que nos encontramos. El cielo es gris pero esa luz es la que verdaderamente proporciona volumen a la montaña, la que dimensiona sus perfiles y contrafuertes. A partir de entonces, con el movimiento de las nubes, acabarán apareciendo momentáneamente los azules que al final nos permitirán disfrutar de un día soleado. Sutil blanco y negro, con una buena gama de grises, a pesar del mal aspecto que tenía la mañana nada más comenzar a caminar.