jueves, 27 de septiembre de 2012

Un palacio de cristal


Debe estar bastante bien tener un palacio para invitar a los amigos a merendar, para hacer una barbacoa y tomar unas copas en el jardín, para refrescarse con el agua de las fuentes y leer un rato en la magnífica escalinata de entrada. En este caso se trata de un palacio transparente, un palacio de cristal con sus cipreses calvos que viven con los pies en el agua sin acatarrarse ni estornudar. Yo me conformo con mucho menos pero soñar de vez en cuando es un bonito ejercicio que me gusta practicar. Así que estáis todos invitados a una visita virtual; no hace falta más que muchas ganas y un poquito de imaginación.

martes, 25 de septiembre de 2012

Extraña sensación

Al lado de un árbol grande uno se siente muy, muy pequeño. Por muchos años que vivamos será difícil superar los dos metros; sin embargo estos colosos de treinta metros crecen altivos e insensibles al paso del tiempo, cada vez un poquito más altos, cada vez un poquito más grandes. La comparación además de odiosa es inevitable. El contacto con un árbol viejo transmite la fuerza y la energía de la tierra, una oportunidad que no hay que dejar escapar pues la vida es complicada y no está nada mal disfrutar y aprovechar los regalos que nos brinda la naturaleza de manera tan generosa.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Las ruinas de Santa Cecilia


En el regazo soleado del cerro, un puñado de casas de piedra y adobe, con sus tejados rojos, se acurrucan entorno a una vieja iglesia. En lo más alto destacan las chimeneas de las bodegas talladas en la caliza y los restos del castillo, aparte de las espectaculares y bien conservadas ruinas de Santa Cecilia que ya por si solas merecen una vista a este enclave. Extramuros la ermita y las ruinas del convento de San Francisco, en venta en estos momentos pues debe pertenecer a algún particular con intención de hacer caja. Los chopos crecen junto al río hasta alcanzar un enorme tamaño, al igual que nogales y escaramujos. En esta época del año el suelo se tapiza con una nube violeta de merenderas de pastor, una flor que prospera en otoño según acortan las tardes. Descubro que el chopo también se conoce como álamo y así enlazo en mi memoria la alameda de mi infancia con las choperas de la ribera del Arlanza.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Una encrucijada de caminos


Vailima me recuerda a los poblados del mítico y lejano Oeste que aparecían en las películas en blanco y negro: un banco, un salón y el almacén donde surtirse de las más diversas provisiones (única manera de subsistir en un medio agreste). En Vailima podemos encontrar un par de bares, una oficina bancaria y una tienda donde venden un poco de todo: desde herramientas, conservas y alimentos frescos hasta pintura, amoniaco o productos de limpieza. En sus buenos tiempos disponía incluso de ataúdes que iban reponiendo según necesidades pues bastaba con una muestra del tamaño pequeño, mediano y grande. Los ataúdes no estaban expuestos al público, se guardaban prudentemente en la trastienda pero todo el mundo conocía su existencia. Tiempos aquellos en que se enterraba directamente en el pequeño cementerio local, a hombros de familiares y amigos, sin necesidad de funerarias o crematorios. Paladas de tierra sobre la caja y algunas flores frescas. Vailima también cuenta con una pequeña fábrica de queso artesano, una gasolinera y dos talleres mecánicos pues desde bien antiguo constituye una verdadera encrucijada de caminos

martes, 11 de septiembre de 2012

El jardín de Vailima

 
El jardín de Vailima es como un erial donde crecen los cardos, cardillos y malas hierbas que poco a poco voy identificando con ayuda de alguna guía de plantas. Al final me voy dando cuenta de que no todas son malas y las cuido con cariño; así descubro el hinojo, el gordolobo y la corregüela, la achicoria y los nazarenos silvestres, la hierba del conejo que si te descuidas tapiza todo el terreno y la grama que invade las zonas más húmedas de la parcela... Destaca especialmente el escaramujo, un verdadero arbolito de frutos rojos con los que intentaré hacer un aguardiente según la receta que me facilita un vecino de viva voz (hay que tener la precaución, me explica muy ufano, de quitar los pelos y semillas del interior de los frutos, que se dejarán macerar durante una buena temporada en aguardiente anisado). El escaramujo ya estaba aquí instalado desde hace tiempo, a juzgar por los troncos espinosos que crecen en tropel; sus frutos rojos son muy ricos en vitamina C, aparte de destacar sus propiedades astringentes por las que también se conoce como tapaculos. En primavera, además de las setas de cardo que nacen salvajes con el agua y el sol, las margaritas y las amapolas ponen su toque de color pero en otoño el campo se va quedando gris y los árboles comienzan a perder las hojas pues es una zona donde suele hacer mucho frío. Una lástima que sea tan corto el verano y tan largo el invierno. El pequeño roble melojo parece que ha agarrado con fuerza, especial motivo de alegría. Veremos si resiste el próximo invierno pues será su verdadera prueba de resistencia. El resto, tres ginkgos y un sauce capruno, prosperan con alegría, especialmente este último que se ha adaptado al terreno de una manera espectacular.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Los ojos del puente

En Vailima puedo hacer muchas cosas que no cuestan dinero y que proporcionan infinita satisfacción tales como leer, escribir, montar en bici, tocar la guitarra, salir a correr, tomar un café junto a la chimenea, regar, cuidar el jardín, cortar leña, pasear por la ribera, salir a hacer fotos, ver amanecer, escuchar música, beber una cerveza en el porche, montar una huerta, cuidar un gato, echarme la siesta, tomar un vino en “El Pico”, charlar con Pacopus, preparar una barbacoa, mirar las estrellas…

martes, 4 de septiembre de 2012

Vailima en agosto